¿Cree usted que una persona que fallece puede cuidar el medio ambiente? Según el responsable de la empresa de entierros ecológicos Limbo en España, Jordi Requena, se debe predicar con el ejemplo, además de ser «ecológicos hasta el final».
El ser humano contamina de un modo casi instintivo: lo hace al coger el coche, al encender la luz y, por qué no, también al morir: cada ataúd implica la tala de un árbol, la cremación lanza gases a la atmósfera y otro tanto ocurre con los productos químicos que acompañan todos estos procesos.
Debido a ello, han aparecido alternativas más comprometidas con el medio ambiente y que en la actualidad cubren prácticamente todas las variantes de la industria funeraria: ataúdes de cartón, urnas biodegradables, incineración solar, descomposición acelerada… Las opciones son tantas como extravagancias existen.
Mauricio Kalinov, inventor de los ataúdes de cartón Restbox, que fabrica con materiales reciclados, explica que mientras para hacer un ataúd normal se necesita un árbol, con el mismo material «se pueden conseguir 100 ataúdes» ecológicos.
Ataúdes ecológicos
Se trata de cajones de 10.5 kilogramos que se degradan en tan sólo 150 horas y que emiten una cuarta parte del CO2 necesario para uno de madera, razones por las que su inventor considera que las cremaciones con ataúdes de madera «no tienen ningún sentido».
«Las personas, a poco que se lo expliquen, lo entienden», señala Requena, quien ofrece al cliente todo tipo de urnas biodegradables, «una para cada necesidad»: para enterrar, para tirar al mar, para lanzar a los ríos o incluso para aprovechar las cenizas como abono.
También existe la opción económica, consistente en una urna de «cartón reciclado recubierta de corcho».
Además, añade, también disponen de un coche fúnebre eléctrico para realizar el transporte de los ataúdes.


